El GPS, desarrollado por los militares estadounidenses, funciona triangulando tu posición relativa en la superficie de la Tierra con tres o más satélites.
Los primeros satélites GPS se pusieron en órbita en 1978 y el sistema militar fue activado hacia 1980. Pero aquellos satélites de primera generación solo podían localizar una señal en un radio de unos 5 m. Con la aparición de las estaciones de referencia terrestres a finales de los noventa, este margen se redujo a 1 m. Pero ahora, un equipo de la Universidad de California, ha combinado la señal GPS con los datos de los sensores de movimiento, tan habituales en los smartphones para mejorar la precisión del sistema con un margen de un par de centímetros.
Este enfoque no es nuevo: ha habido intentos de implementar sistemas análogos anteriormente que, ante los altos requisitos de capacidad computacional para manejar tal cantidad de datos, fueron descartados… Hasta que el equipo de la UCR ha conseguido engranar los datos GPS con los de los sensores movimiento.
El desarrollo de este algoritmo permitirá una precisión GPS de centímetros que podrá ser incorporada a coches autónomos y sistema de navegación de smartphones. Esto no cambiará demasiado nuestra vida cotidiana a corto plazo ya que 1 m de resolución es más que suficiente para la navegación por satélite. Pero, probablemente, impulsará aplicaciones en robótica y la mejora en la seguridad de vehículos autónomos. Por ejemplo, un GPS más preciso, junto con cámaras de alta resolución, favorecerá la aparición de robots de asistencia y cuidados sanitarios.
Como contrapartida, ciertas tareas podrían automatizarse, motivando un mayor índice de desempleo. Existen también implicaciones políticas ligadas al GPS que cabe considerar. Europa, China, India y Japón están desarrollando sus propias redes GPS, que buscan independizarse del sistema estadounidense y también prometen una localización más exacta.